viernes, 2 de marzo de 2018

LOS TEBEOS de BASTIEN VIVÈS

Diábolo ediciones. Madrid, 2018.
188 páginas, 11,95 euros.

DIBUJANTES Y ESTRELLAS DEL ROCK
Este es un Vivès más, con los parámetros habituales de su “serie blanca”. Así que si se han leído alguno de los anteriores ya saben a qué atenerse. Están avisados.


Su lista de recopilatorios de humor empieza a ser abultada: La guerra, La blogosfera, Los videojuegos, La familia, El amor… Temas variados y en general “modernos”. Es un autor joven y presume de ello. Sus historias son apenas situaciones, con un dibujo que se repite a lo largo de innumerables viñetas donde toda la acción está en los diálogos. A los puristas les desespera la falta de “trabajo” en el grafismo de Vivès. Yo reconozco que me fascina su capacidad para activar una narración con herramientas tan limitadas.

Y además consigue ser muy divertido. Porque se trata de humor. El autor no se limita en absoluto y en sus páginas incluye chistes sexistas, padres que golpean a sus hijos y todas aquellas situaciones que se han vuelto tan poco habituales que cada vez que volvemos a verlas a mí al menos me hacen llorar de risa. El gag del niño al que se le ocurre tocarle el Asterix al padre y recibe un buen hostión por ello es mortal. ¡Es una primera edición! ¿A quién se le ocurre? Antes de que a alguien piense en denunciarme por exaltación de la violencia contra la infancia debo recordar que no hablamos de la realidad ¡Es un tebeo! Un espacio donde todo deseo puede ser representado. Afortunadamente.
También aquel en que un fan especialmente baboso le alaba por su primer éxito, El gusto del cloro. Un Vivès genuinamente divertido se ríe de sí mismo preguntándose cómo pudo hacer aquel tebeo tan moñas. Luego presume de todas las chavalas que se ha tirado gracias a él.

Son especialmente cómicos los que se burlan de los estudiosos del cómic. Simula una conferencia en la que el catedrático de turno resume todos los antecedentes históricos de los tebeos, de Töpffer a las cuevas de Altamira. Todo parece normal pero enseguida se embala, llegando a afirmar que las hojas de un árbol son historieta y el curso de un río… En una descacharrante punch-line, tienen que interrumpirlo cuando está a punto de meterse el micrófono por el culo. Otros pasajes en que amables expertos desvelan los misterios de la narración son igualmente divertidos.

      

En fin, que Vivès no deja títere con cabeza y no se corta para nada. Especialmente tronchantes son los episodios en los que los dibujantes se comportan como estrellas rock, saludando a Penélope Cruz y ganándose sus favores. O aquel en que un rapero decide dedicarse a esto del cómic, porque sin duda se puede sacar mucha pasta. Es especialmente eficaz cuando desmonta algunos lugares comunes habituales, como la idea del “prestigio” del medio. Está claro que a él la respetabilidad cultural le da lo mismo, lo que quiere es ser rico y famoso y atraer la atención de las pibas. Y luego, por supuesto, está el chiste de los taxistas, que es buenísimo. Solo por esa broma merece la pena que se compren este recopilatorio. No se lo pierdan y que me perdonen los taxistas.