viernes, 24 de junio de 2016

THE NEW DEAL de CASE

The New Deal de Jonathan Case Roca Editorial comic hotel
Roca Editorial de libros, 2016.
108 páginas, 19,90 euros.

PUTTIN' ON THE RITZ!


La acción de este ligero divertimento transcurre en el Waldorf Astoria. Pero es indudable que la música de Berlin constituye el mejor acompañamiento posible para la obra.


Jonathan Case, el joven autor a cargo de guión y dibujo, no había captado mi atención aunque ya había sido traducido con anterioridad. En la contraportada se le compara con Caniff o Toth y es cierto que las referencias a modelos clásicos abundan en su grafismo. Pero a mí me recuerda más a otro talento emergente, Cliff Chiang. Comparte con él el gusto por unas figuras muy expresivas, de plasticidad cercana a las de Steve Rude o Jaime Hernández pero al tiempo señalando su propio territorio, con un blanco y negro muy decidido y una puesta en escena tan brillante como clara. Case es sin duda un tipo a tener en cuenta y creo que recuperaré alguno de sus trabajos anteriores.

Lo que nos brinda aquí es una recreación de unos años treinta trepidantes, con referencias al New Deal y al programa de ayudas artísticas de Roosevelt, con la presencia de Welles incluida. Pero eso no son más que pinceladas de fondo para una historia construida sobre dos improbables héroes. Ella una camarera y él un botones; ella negra, dicharachera, atractiva y con actitudes teatrales; él, simpático pero atolondrado, con deudas de juego, enamoradizo y simplón. El gran hotel en el que trabajan es la excusa perfecta para introducir un abultado grupo de personajes sofisticados: el explorador que transporta una caja fuerte consigo, una aventurera con la lengua muy larga y de excéntrica conducta, el dueño del hotel, una anciana a la que le roban una joya… Interactúan entre ellos y sus problemas alcanzan a los dos protagonistas, que se ven envueltos en conflictos que no llegan a comprender del todo, pero a lo largo de su personal aventura tendrán ocasión de espabilarse y mejorar. O intentarlo.

The New Deal de Jonathan Case Roca Editorial comic hotel
Aunque el argumento suena a ya visto en películas y relatos anteriores, resulta sin embargo fresco y trepidante. Case sabe cómo dosificar sus ingredientes y jugar con las expectativas del lector, mientras se dirige hacia el inesperado final. Es una comedia de puertas blancas pero se introducen ciertas referencias al racismo, la desigualdad entre clases y otros problemas sociales. Sin perder nunca el objetivo de ofrecer al lector un buen entretenimiento, inteligente, bien contado y con una deliciosa falta de pretensiones. El autor tiende a estirar en exceso los brazos de sus figuras, pero es uno de los pocos errores que podría señalar. Maneja muy bien sus manchas negras y emplea con elegancia la segunda tinta azul.

Además, su estructura de página es variada y sorprendente. En un momento en que todo el mundo parece repetir las mismas soluciones una y otra vez, se agradece la presencia de autores como éste, dispuestos a respetar la inteligencia de los lectores, y con una puesta en escena novedosa y atractiva. Y sencilla, algo para nada desdeñable en tiempos de tanta estridencia digital. Un trabajo lleno de interés y despojado de detalles innecesarios, tanto en el terreno gráfico como en el argumental.
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viernes, 17 de junio de 2016

LITTLE TULIP, KOLYMÁ de BOUCQ Y CHARYN

Little Tulip de Boucq y Charyn, edita Norma
Norma Editorial, 2016.
88 páginas, 22 euros.

REGRESO A KOLYMÁ


A finales del siglo pasado, Jerome Charyn y François Boucq revolucionaron el mundo del comic con dos memorables álbumes, La mujer del mago (1986) y Boca de Diablo (1990). Veinticinco años después, vuelven a unir sus fuerzas.


Como entonces, fusionan en su obra elementos oníricos y una cruda realidad que no evita la cita a pasajes históricos que parecen obsesionarles. Como en Boca de Diablo, la acción nos lleva de la extinta Unión Soviética a Nueva York, de un presente plagado de enigmas a una infancia marcada por la violencia y la crueldad. Los autores han madurado y todo parece mejor, más sólido y rotundo que en sus anteriores entregas. También es cierto que han perdido en parte su capacidad de sorprendernos. Lo que en sus primeros álbumes impactaba por delirante o crudo, a día de hoy ha sido tan repetido y superado que difícilmente podría volver a causar el mismo efecto. Pero desde un clasicismo anómalo, tanto el dibujo de Boucq como el guión de Charyn consiguen fascinar al lector y transportarlo a unas tierras salvajes y aterradoras, el territorio de Kolymá.

Ya Ryszard Kapuscinski nos había hablado de ese gulag en su monumental Imperio. De su narración se deducía que era comparable a los campos de Treblinka o Auschwitz. Un infierno en la tierra adonde se enviaba a los enemigos del régimen para hacerlos desaparecer. En un momento en que algunos todavía aplauden la encarcelación de presos políticos y sueñan con trasladarnos a futuros paraísos comunistas, conviene recordar en qué consistieron estos en el pasado. Apenas nos suena Kolymá y es tan sólo un lugar más de una larga lista, el infernal archipiélago que con ironía y precisión describió Solzhenitsyn.

Little Tulip de Boucq y Charyn, edita Norma
Allí viajamos de la mano del siempre convulso Boucq, que nos sumerge en un mundo de venganzas, peleas y tatuajes. Del amor apenas quedan pequeños rescoldos, algo que todo superviviente de los campos confirma. Las emociones eran mucho más primarias y siempre conectadas al instinto básico de supervivencia. Con todo el protagonista entra en el campo de la mano de su padre y de su madre y hace lo que puede para reencontrarse con ellos. De alguna forma lo consigue, pero con dramáticas consecuencias.

El dibujo no desfallece en ningún momento y Boucq demuestra habilidad en escenarios, personajes y secuencias de acción. Tiene innumerables páginas que podrían emplearse como ejemplos de narrativa, donde resuelve pasajes realmente complejos. Como las dos planchas en las que el desesperado joven intenta asesinar al líder de la banda rival, un verdadero prodigio de expresividad y puesta en escena. O todas las páginas con la persecución nocturna por los tejados de Nueva York. El color acompaña y ambienta el relato a la perfección.

Si toda la parte penal es arrebatadora y veraz, no puede decirse lo mismo de la acción en “el presente” (en realidad en 1970). El héroe es un tatuador muy misterioso de indudable carisma. Pero la forma en que la mínima trama policíaca lo enlaza con su pasado es forzada y poco convincente. Y el final con la masacre y el fantasma dirigiendo a la joven protagonista, precipitado y decepcionante. El guión es muy interesante, su único problema es que la intensidad de los pasajes siberianos no se alcanza en la parte que transcurre en Nueva York, todo parece más rutinario y deslucido. Pero la media es altísima y el álbum perfectamente recomendable.

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viernes, 10 de junio de 2016

BATTLEFIELDS de ENNIS, COMICS BÉLICOS

Donde acechan los monstruos Ennis Tal es la calidad y profundidad de las historias de Garth Ennis que siento que nunca será suficiente lo que diga de él. Además, siempre consigue que le acompañen dibujantes extraordinarios.


ZONA DE GUERRA


Su última entrega, ese Donde acechan los monstruos, se inclinaba hacia su lado más gamberro y humorístico, con una revisión del héroe colonial clásico, allí derrotado por una amazona sin prejuicios y mucho más inteligente que el palurdo y arrogante protagonista. Aunque esa clave irónica aflora en todos sus trabajos sabe cómo graduarla cuando aborda temas más serios, como en la segunda parte de Battlefields.

Battlefields. Querido Billy de Ennis y Snejbjerg edita Aleta. Cómic bélico
Battlefields. Querido Billy de Ennis y Snejbjerg edita Aleta80 páginas, 9,95 euros.Edita Aleta

Como en su primer y brillante episodio, se centra en una mujer a quien la guerra alcanza con extrema crueldad, primero como víctima de una violación y más tarde como superviviente de un fusilamiento. Esa enfermera apenas consigue restañar unas heridas más profundas de lo que parecen, como descubriremos sobrecogidos.
El escenario es el Pacífico durante la IIGM, lo que facilita una disección del racismo entre anglo-americanos y japoneses. El guión es tan brillante como el dibujo, a cargo del limpísimo Snejbjerg, que aporta un extra de elegancia y contención a una historia tremenda que habla de las ofensas bélicas y su casi imposible reparación. Por el camino el guión nos ofrece varios pasajes espeluznantes cuya veracidad Ennis se encarga de confirmar en el epílogo. Esos sucesos atroces ocurrieron. Y pueden volver en cualquier momento. Están pasando ya.

Marvel, Furia - Mis guerras perdidas de Ennis y Parlov
Marvel, Furia - Mis guerras perdidas de Ennis y Parlov.
144 páginas 12 € Edita Panini Comics


Abundando en el tema bélico era lógico que Ennis se hiciera cargo del soldado por excelencia de la Marvel, Furia. Tras la decepcionante “Pacificador” firmó los excelentes “Mis guerras perdidas”, dos volúmenes donde repasaba todas las guerras secretas de USA acompañado por el poderoso Goran Parlov  .
En ocasiones podía dar la sensación de que el enfoque era demasiado ligero, una farsa que no hacía justicia a los dramas citados, de Vietnam a Nicaragua pasando por Cuba.
Pero una segunda lectura prueba el innegable talento del guionista. Atención a los personajes, entre los que destaca Shirley, una muñeca explosiva que se va volviendo una frustrada, amargada e incómoda testigo según pasan los años. Como Furia, cabalga sobre la corrupción de otros, que cree poder usar en su propio beneficio aunque finalmente la violencia acaba alcanzándola. Una hembra poderosa y llena de carácter, otra prueba más del gusto de Ennis por las protagonistas femeninas fuertes.
Sobresale también el general Letrong Giap, un enemigo vietnamita de Furia, con el que sostiene varias escaramuzas muy sangrientas y que protagoniza una estremecedora escena de reconciliación (o algo así) al final. El guión esquiva con habilidad todo reduccionismo y las fronteras entre buenos y malos se diluyen, ya que la crítica se reparte en todas direcciones. Los guerrilleros cubanos torturan sin piedad a sus enemigos pero la contra no es mucho mejor, no abundan los angelitos. De hecho uno de los pocos personajes idealistas, con ecos de “El americano tranquilo”, acaba prácticamente quemado por las dosis de realidad que recibe acompañando a Furia. Pero se le trata con respeto, el guión no se burla de su ingenuidad, tan sólo opone sus aspiraciones a conflictos de muy difícil solución, con devastadores resultados.


Los esclavistas Punisher de Ennis y Leandro Fernández
Punisher, Cocina irlandesa - Los esclavistas de Ennis y Dillon, Fernández
144 páginas, 12 € Edita Panini Comics

Otra serie donde tuvo ocasión de reflexionar sobre la violencia y sus implicaciones fue Punisher. Tras su éxito arrollador con Preacher Ennis y Dillon desembarcaron en Punisher para crear un conjunto de episodios salvajes y de una violencia humorística irresistible. Cuando guionista y dibujante se separaron parecía que la saga perdería fuelle, en manos de ilustradores quizás más realistas pero sin el brío narrativo de Dillon. No fue así y conviene repasar las entregas una a una porque en todos los volúmenes encontramos elementos de interés. Además, aunque el héroe lucha habitualmente contra el crimen organizado en Nueva York, los guiones pronto comienzan a llenarse de referencias a otros conflictos. En “Cocina irlandesa” emplea como excusa una guerra de bandas para hablar del IRA, sus luchas intestinas, sus peleas con el ejército inglés, excelentemente representado por un camarada de Punisher que aparecerá en varios episodios, Yorkie. El humor es grueso y la violencia extrema, pero entre bromas y veras se dicen muchas verdades sobre el dolor innecesario causado por toda violencia terrorista, por mucho que se desee justificarla con motivos políticos. Al final siempre hay niños muertos. Leandro Fernández se encargaba de dibujar esta aventura y algunos de los capítulos más interesantes durante el paso de Ennis por la serie. Tras una brutal peripecia en Rusia, donde Punisher escapaba de una base de misiles nucleares, volvía a la cocina del infierno, otra vez con dibujo de Fernández. “Arriba es abajo y negro es blanco” era una abrumadora historia de amor y brutalidad, en la que Castle (el héroe) conocía a una marine casi tan bestia como él, mientras se enfrentaban a los Soprano versión 2.0. Fernandez y Ennis seguían juntos en uno de mis episodios favoritos, “Los esclavistas”, el mejor relato sobre trata de blancas que yo haya leído. No apto para estómagos sensibles.

Con Parlov volvían las bromas en “Barracuda” pero inmediatamente después recuperaba la épica en el gran drama bélico “Hombre de piedra”. Otra vez acompañado por Leandro Fernández, el guión llevaba al héroe a Afganistán. Había chistes sobre los follacabras y también un recuerdo para la ocupación soviética y las aventuras coloniales inglesas. El final estaba a la altura de una historia impresionante que sin embargo se permitía jocosos momentos de humor, en adecuado contraste respecto a los abundantes pasajes trágicos.

Punisher El Tigre de Ennis y Severin, edita Panini Comics
En fin, Parlov aportó su calidad habitual a las siguientes entregas, aunque para mi gusto en “Valley Forge, Valley Forge”, el enfrentamiento definitivo entre Punisher y el ejército, se hablaba mucho y los textos acababan con el ritmo de la narración. No quiero terminar sin mencionar el episodio “El Tigre”, un intenso relato de iniciación dibujado por el veterano John Severin. Se aprecia que su dibujo ya no tiene la fuerza de antaño pero da igual. Ennis firma una pequeña joya sobre el origen de ese héroe incierto que es Punisher, de nuevo un ensayo sobre la violencia, sus consecuencias y las preguntas sobre qué podemos o debemos oponerle. Al final el discurso del guionista es siempre moral. Hay acciones que representan el mal absoluto, como esa viñeta en que vemos la huella de una bota militar sobre un feto aplastado cuyo cordón umbilical permanece unido al vientre de la madre a la que acaban de rajar. Pero a la bestia capaz de semejante atrocidad no se la detiene con palabras o buenas intenciones. Se necesita una fuerza igual pero opuesta. Ahí es donde se sitúa Punisher y todos los soldados dispuestos a hacer lo que sea necesario. Ennis no hace trampas y muestra siempre las consecuencias de esos actos, el precio moral a pagar. Parecen tebeos fáciles, populares, puro entretenimiento. Y lo son. Pero también mucho más. No se los pierdan.
Battlefields 2. Querido Billy
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viernes, 3 de junio de 2016

INTRUSOS de TOMINE, REALISMO

Intrusos de Adrian Tomine
Roca Editorial. Barcelona, 2016.
122 páginas, 21,90 euros.

SIN SER VISTOS

Cuando empezó Adrian Tomine era algo así como el mejor representante del realismo “frío”: piezas breves sobre personajes sin importancia que vivían tragedias menores. Con el tiempo ha refinado mucho su arte.


También ha diversificado sus intereses, ampliando su paleta gráfica y los matices de sus narraciones, que no evitan el humor y hasta la ternura. Superada aquella primera etapa de sarcasmo, cinismo y esa ironía cruel que caracteriza a tantos autores que se esfuerzan por parecer modernos, Tomine ha alcanzado una auténtica madurez creativa.

En este recopilatorio hay pasajes algo indigestos, pero también encontramos indiscutibles obras maestras. Como la que lo abre, esa tronchante historia del arte de la “hortiescultura”. Adopta una encantadora clave gráfica que remite a los mejores tiempos de los comics en prensa, con sus tiras diarias y sus Sundays. No por casualidad el dibujo recuerda al gran Roy Crane. Y el capítulo está a la altura, con ese palurdo protagonista que cree que ha dado con su verdadera vocación como artista. Todo el episodio es un divertido elogio de la incomprensión. Nadie acepta la obra de ese creador que se enfrenta al recelo de sus familiares y vecinos mientras defiende su visión. Especialmente geniales los diálogos con los suegros afroamericanos y el momento nocturno de lucidez final.

El segundo relato también es conmovedor, las andanzas de una estudiante a la que confunden con una estrella porno y cómo eso cambia su vida. Cuando en la escena final se encuentra con su “doble” todo resulta natural y auténtico.

“Vamos, Búhos” es en mi opinión la mejor pieza del volumen. Como en la cercana Paciencia de Dan Clowes se aborda el asunto de la violencia doméstica pero ese no es el tema central del relato, tan sólo un matiz más a añadir a una profunda descripción de dos perdedores que se unen, se ayudan, se ríen juntos y sí, a veces también se pegan. Los personajes son patéticos y emotivos a partes iguales. Un trabajo riguroso y emocionante, lleno de matices, una obra mayor sobre la soledad, el amor y sus accidentes.

Intrusos de Adrian Tomine
Por último destacaría “Triunfo y tragedia”, la historia de una adolescente medio autista que aspira a triunfar como monologuista. Sin subrayar nada Tomine muestra a su madre con el pelo corto en las primeras secuencias, después con un pañuelo en la cabeza y luego simplemente desaparece. La madre hace (como todas las madres) de mediadora entre el padre y la hija que quiere ser artista. Lógicamente ella no está en absoluto dotada para el escenario y el drama consiste en cómo contárselo sin que se sienta ofendida. Obviamente, él tiene que cargar con tragedias bastante más graves que la posibilidad de molestar a su patética hija, así que lo lleva como puede. Tomine adopta una clave de dibujo minimalista y absolutamente despojada, centrándose de forma obsesiva en sus héroes. Con esa desnuda puesta en escena consigue secuencias tan tremendas como la del padre golpeándose la cabeza contra la pared.

En fin, un gran trabajo construido sobre bases sencillas, cotidianas y próximas, una mirada al lado más íntimo de unos personajes tan reales que asustan.
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