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viernes, 6 de noviembre de 2015

CORTOMALTÉS Y ASTERIX 2015

Muchos suponen que en los USA los comics se fabrican industrialmente mientras que en Europa sólo se producen obras de autor. La realidad está refutando esa idea.


Asterix. El papiro del César Jean-Yves Ferri y Didier Conrad Salvat
Asterix. El papiro del César
Jean-Yves Ferri y Didier Conrad
Salvat. Barcelona, 2015.
48 páginas, 12,90 euros

Antes de que los creadores originales de Blueberry falleciesen, el personaje ya había sido reinterpretado por otros autores. Spirou ha pasado por innumerables dibujantes y guionistas, con desigual fortuna. Podemos admirar el talento de Franquin y considerar que su etapa es inigualable, pero no por ello El pequeño Spirou de Tome y Janry deja de ser tronchante. Al contrario, a mi siempre me deprimió la plomiza narrativa de Jacobs, el alumno que no aprendió nada con Hergé, pero sin embargo sus personajes funcionan muy bien en manos ajenas. Especialmente en las de Sente, que se ha ido convirtiendo en el especialista en relanzar series en declive o abandonadas por sus creadores. Ha escrito formidables guiones para Las Aventuras de Blake y Mortimer, excepcionalmente dibujados por Juillard. Recientemente se publicaba “La vara de Plutarco”, que quizás no alcanzaba la calidad de otros episodios anteriores, pero que sigue siendo tan bueno ¡que hasta dan ganas de leer a Jacobs!

Volvemos a encontrar al mismo escritor al frente del legado de Van Hamme. Por un lado en Thorgal pero sobre todo en XIII, una franquicia de cuyos enrevesados argumentos parecía imposible extraer más jugo dramático. Sente demuestra que siempre puede ir más allá, de nuevo acompañado por el sólido Jigounov, en “XIII. El mensajero del mártir”. Por cierto, a ver si alguien se anima a publicar más capítulos de Janitor, su colaboración con Boucq. No me volvió loco el primer volumen, pero en Francia ya van por el quinto y aquí no llegó ninguno más. Seguro que ha ido a mejor.

XIII. El mensajero del mártir de Sente y Jigounov
Así como en los USA se entiende que los personajes pertenecen a las compañías, lo que facilita que pasen de una mano a otra con irregulares resultados, en Europa se extendió progresivamente la idea de que eran propiedad de sus creadores. Ambas realidades han ido cambiando con el tiempo. Los dibujantes americanos han conseguido mayores derechos sobre sus creaciones, llegando a casos como el de Mignola, que es el dueño de Hellboy, o Sakai con Usagi Yojimbo y tantos otros. Si alguien desea hacer algo con sus personajes, debe pedir permiso o pasar por su autor. En Europa ha ocurrido lo mismo, pero en sentido contrario. Cada vez más autores ansían poner sus manos sobre creaciones de prestigio, o tan populares que su publicación resulta extremadamente rentable. ¿Cómo negarse a dibujar Spirou o Asterix? Los beneficios son notablemente superiores a los que se conseguirían con un personaje desconocido.

Hay que reconocer que Asterix se resistió. Al contrario que otras creaciones de Goscinny, como Lucky Luke o Iznogud, que ya han pasado por los pinceles de diversos dibujantes, Uderzo mantuvo un férreo control sobre el pequeño galo. Hasta que finalmente alguien debió de decirle que sus guiones no estaban a la altura del bueno de René, o quizás necesitaba calderilla para comprarse otro Ferrari. El caso es que cedió lápiz y tinta a otros creadores, que recientemente han publicado un segundo álbum del galo. Aquí es donde yo debería de escribir algo ingeniosos sobre “El papiro del César”. Pero me cuesta. El personaje me fascinó en mi infancia: primero leí “Asterix gladiador” y más tarde fueron cayendo uno tras otro, camuflados entre las revistas de Bruguera. Fue una de mis ventanas al mundo. Asterix nos enseñaba a ser menos provincianos, demostrando una entrañable curiosidad hacia la maravillosa diversidad de paisanos que poblaban las regiones que visitaban los alegres galos. ¿Cómo olvidar a los susceptibles corsos? ¿O a los eficientes suizos o a los orgullosos hispanos? A golpe de estereotipos Goscinny y Uderzo construyeron un universo cómico tan divertido como próximo, era fácil identificarse con aquellos pequeños pueblerinos que osaban plantarle cara a todo un imperio. También me vacunó contra todo “hecho diferencial”; las exóticas costumbres tan sólo sazonaban un variopinto pero muy similar conjunto de seres humanos. Luego crecí y me avergoncé de aquellas lecturas infantiles. Después crecí un poco más y pude recuperar la magia conjurada por Asterix y Obelix y ahora siento que el respeto y la admiración por esta saga me acompañarán hasta mi último día, o eso espero.

¿A qué viene todo este rollo? Simplemente, creo que Ferri y Conrad lo hacen lo mejor que pueden. La copia del dibujo de Uderzo es más que razonable. También el duplicado de las estructuras argumentales de Goscinny, con el extraño que llega al pueblo provocando la reacción de los héroes y sus enemigos. En esta ocasión se trata de un trasunto de Julián Assange, un periodista que osa desafiar la censura imperial. Todo es correcto y está bien realizado, pero… Echo en falta personajes como el arquitecto de “Asterix y Cleopatra” o el de “La residencia de los dioses”. Y no cito más. De alguna manera Goscinny tenía la habilidad de insuflar verdadera vida en sus creaciones, consiguiendo personajes humanos, próximos y diferenciados. Y eso es muy difícil de imitar. Con todo, el trabajo de Ferri y Conrad es respetable y yo me compraré el siguiente volumen.

Corto Maltés. Bajo el sol de medianoche
Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero
Norma Editorial, 2015
96 páginas, 19,50 €

Termino con uno de los pastiches más sonados de los últimos años, la resurrección de Corto Maltés. Al contrario que muchas de las sagas anteriores, cuya popularidad las alejaba del purísimo cielo autoral, desoladas cumbres a las que las masas no suelen asomarse, Corto siempre ha gozado de un sorprendente prestigio. Eso era comic de autor y lo demás cuentos. Así que resulta paradójico que los herederos de Pratt permitieran esta operación. ¿Quién será el siguiente? ¡Tiembla, Tintín! Lo primero que llama la atención es el dibujo. Pellejero es un dibujante con mucho estilo así que no cabía esperar que esa personalidad se desvaneciera para ajustarse al modelo original. En cierta medida esta decisión se explica en las planchas de prueba que se adjuntan al final del álbum. Cuando se ve ese Corto “a la Pellejero” se entiende por qué no lo hizo así. El resultado habría sido demasiado parecido a Dieter Lumpen, héroe cuyas aventuras Zentner y Pellejero contaron durante años y con indudables referencias al maltés. Ambos compartían ciertas actitudes post-heroicas y una decidida animadversión hacia los valores tradicionales. Así que el dibujante reserva su estilo para su personaje y aquí imita con cuidado las formas de Pratt. Lo que ocurre es que como su dibujo es más eficiente (no voy a decir mejor) enseguida se aprecia cierta contención, sobre todo en los fondos y algunos sombreados, con una calidad que Pratt evitaba. Pero en general copia con asombrosa tozudez las líneas desmañadas del maestro y hasta su extraña estructura de página, con viñetas apaisadas llenas de huecos que yo no pillo.

Díaz canales, guionista de Blacksad, hace lo mismo con el guión. No intenta, como Sente, mejorar el modelo original ¡A nadie se le ocurriría, tratándose de Pratt! Y ese es el problema. Duplica a la perfección una de esas laberínticas estructuras que tanto le gustaban al creador de Corto Maltés, un viaje a ninguna parte que permite al escritor lucirse introduciendo pintorescos secundarios entre los que sobresale el imprescindible London. Hay un tipo que protagoniza una de las secuencias más interesantes, el ciudadano Ulkurib, una parodia del indígena subyugado por las proclamas revolucionarias, que difícilmente encontraríamos en cualquier relato de Pratt, siempre cómplice con cualquier tipo de violencia y proclive a hacer chistes mientras se fusila al enemigo del pueblo de turno. Pero, desviaciones pequeñoburguesas aparte, el guión consigue plenamente su propósito realizando una muy acertada réplica del “tono” de Corto. Nos paseamos con parsimonia por bellos parajes canadienses mientras se nos recuerdan algunos de los grandes problemas de la humanidad: el racismo, los abusos cometidos con el medio ambiente, la trata de blancas… En resumen, que es un perfecto tostón.

¿Mi sugerencia para los autores? Olviden el original la próxima vez e intenten fabricar un buen tebeo. A lo mejor todavía podremos leer una aventura interesante de Corto Maltés, algún día.