jueves, 17 de junio de 2010

NOT QUITE DEAD - G. SHELTON & PIC


Not quite dead. El último bolo en Shnagrlig de Gilbert Shelton. Edita La Cúpula
La Cúpula, Barcelona, 2010
50 páginas, 15 euros.


ROCK EN SHNAGRLIG


Cuando hace dos años organizamos la exposición sobre Shelton en el Palau Solleric de Palma, él ya contaba entre sus proyectos inmediatos esta nueva aventura de Not Quite Dead, el grupo de música más estrafalario del universo. 


Llegó a mostrarnos algunas planchas que en aquel momento estaban coloreando y definió la historia como su particular homenaje a Carl Barks, una de sus influencias más reconocidas. Más concretamente a una de sus aventuras, la de los huevos cuadrados. Shelton lleva mucho tiempo produciendo a su propio ritmo y ésta podía haber sido una de sus obras anunciadas y nunca terminadas, como esa de los Freak Brothers en Amsterdam, de la que lleva años hablando pero que todavía no ha visto la luz.

Afortunadamente no ha sido así, con lo que este descacharrante tebeo redondea un año espléndido para los clásicos del underground, marcado por la aparición del Génesis de Crumb, al que ahora se suma este nuevo clásico. Los seguidores de Shelton ya saben que Not Quite Dead no son lo mismo que los Freak Brothers. A pesar de su evidente calidad, nunca han sido tan divertidos y aunque resulta difícil explicar el humor o dar razones por las que algo nos hace gracia o no, tengo una teoría al respecto. En los Freak los tres personajes, además de ser unos hippies aficionados a las sustancias estupefacientes, tienen unas personalidades muy diferenciadas, del viva la virgen al concienciado, pasando por el macarra. Eso les da vida y los torna creíbles. Los Not Quite Dead, al contrario, nunca han dejado atrás su condición de estereotipos. Tenemos al músico de jazz, al reagge, el roquero... pero no pasan de ser una banda, no consiguen individualizarse. Por supuesto el talento de Shelton es capaz de extraer situaciones cómicas de donde sea. Pero con ellos siempre hemos tenido esa sensación de que se queda un poco corto, de que todo funcionaría mejor si diferenciara mejor a sus héroes.

Dicho esto, El último bolo en Shnagrlig está a la altura de algunos de sus mejores trabajos. Es una aventura trepidante a lomos de otra de las pasiones del dibujante: los coches. En este caso un flamante Cadillac del 59, que se convierte en un protagonista más del relato. La banda tiene un bolo en un país exótico, de acuerdo con un plan urdido por una organización muy parecida a la C.I.A. Por supuesto, luego nada sale como estaba previsto y Shelton, con la ayuda del artista francés Pic, tiene ocasión de dibujar esas escenas de masas y persecuciones que tanto le gustan. Además, si su amigo Crumb abordaba los asuntos religiosos de manera directa en su última obra, él también se acerca al tema, con la ironía que le caracteriza. Siempre se ha definido como un autor satírico, alguien que comenta lo social con un inevitable cachondeo. Aquí nos ofrece su versión de los burkas, transformados en bolsas de papel, mientras inventa una religión, que inevitablemente nos recuerda otras muy conocidas sobre las que no conviene hacer bromas. El pasaje con los rezos se cuenta entre lo más divertido del álbum.

En fin, que el viejo maestro sigue en buena forma y todavía puede darnos algunas sorpresas, además de hacernos reír y reflexionar al mismo tiempo. Su puesta en escena resulta tan impecable y eficaz como siempre.