jueves, 18 de marzo de 2010

Los ratones Templarios

Bryan J. L. Glass y Michael Avon Oeming
Dolmen Editorial. Palma de Mallorca, 2010.



DE RATONES Y CABALLEROS

Hace pocos años tuvimos el placer de invitar a Michael Avon Oeming al Salón Internacional del Comic del Principado de Asturias, en Gijón. Nos preguntó si su amigo Bryan J. L. Glass podía venir. Esto es algo relativamente habitual y que nos ha deparado algunas agradables sorpresas. Por ejemplo, la segunda vez que invitamos a Mazzuchelli, sugirió que podía venir con un amigo suyo que había estado en Batman y otras series. Resultó ser Mike Mignola, que aquel año se dedicó a regalar a todos los aficionados bocetos de un personaje nuevo que estaba preparando. Lógicamente los frikis se tiraban de los pelos ya que, en lugar de conseguir un dibujito con Superman, Batman o algún héroe “serio”, recibían a una suerte de demonio cuernilargo que nadie conocía. Ya habrán adivinado que se trataba de Hellboy.

Pues bien, Oeming se vino con su amigo Glass y nos quedamos encantados. Aunque prácticamente un desconocido en España, Bryan resultó ser un tipo divertidísimo, siempre con una botella en la mano y una sonrisa en la boca. Hay borrachos insufribles y melancólicos y bebedores que te contagian su alegría de vivir. Glass pertenecía a esta segunda categoría y en gran medida nos ayudó a disfrutar de una edición especialmente complicada. En cuanto salió su Quixote, una versión de Don Quijote con ilustraciones de su amigo Oeming, me lo compré. Ahí sigue, en mi pila de material por leer. Me sentía un poco culpable, así que me alegró ver que se había publicado en español un comic con guión suyo. Era la ocasión de comprobar si su talento como guionista estaba a la altura de su simpatía. Abrí el volumen pensando “quiero que me guste”. Pero no ha sido así.

El argumento no está mal. Oeming y Glass quieren construir un mundo, un universo mágico que retiene porciones de nuestra realidad, pero reordenadas de manera sorprendente. Según leemos en las páginas finales, han elaborado toda una cosmogonía, con dioses y los rudimentos de una religión, que sirven de apoyo a las historias que desean contar. La cosa va de ratas, ratones y otros bichos. Al caer la noche se ponen en marcha y viven una realidad al margen de lo que ocurre por el día, el momento en que sus muchos enemigos despiertan. Entre esos ratones hay unos caballeros-monjes, a la manera de los Templarios, que tuvieron un momento de gloria en el pasado pero que en la actualidad están en franca decadencia. El relato se inicia con unos ratones jóvenes escuchando cuentos sobre la caída de esos antiguos Templarios. Las reminiscencias del Señor de los Anillos y otras sagas de largo recorrido son evidentes y los autores no lo ocultan. Pero también aportan no pocos elementos originales y de interés.

¿Cual es el problema, entonces? Básicamente la puesta en escena. Según vamos pasando las páginas la lectura se vuelve progresivamente más complicada. No distinguimos a los protagonistas, todos los ratones se parecen. Tampoco se nos ubica bien, los escenarios son movedizos y no quedan bien definidos, así que todas las secuencias de acción son un fracaso, lo mismo los diálogos, mal desarrollados y plomizos por su planificación. El color pasa de lo sucio a lo oscuro en exceso. En fin, nos cuesta situarnos desde el principio y así no hay manera de seguir la historia ni identicarse con los personajes. Yo aconsejaría a los autores que estudiaran el Usagi Yojimbo de Sakai, otro tebeo de animales, para entender lo que es una narrativa sencilla y eficaz. Justo lo contrario de su trabajo aquí. Una lástima.