viernes, 28 de junio de 2013

GRANDVILLE de BRYAN TALBOT

Grandville de Bryan Talbot. Editado por Astiberri desde el blog de Florentino Flórez
Astiberri. Bilbao, 2013.
104 páginas, 16 euros.

ANIMAL FICTION


Hace ya algunos años que Talbot comenzó su serie Grandville y en la actualidad está culminando su tercer volumen. Así que celebro esta entrega de Astiberri y espero que pronto publiquen su continuación.


Este tebeo no decepcionará a ningún aficionado. Talbot exhibe su virtuosismo narrativo mientras levanta con aparente facilidad un universo alternativo primorosamente coherente, tan familiar como extraño, fascinante y brutal. No es la primera vez que se asoma a los relatos de animales parlantes, ya realizó una entrañable cita a Beatrix Potter en su Historia de una rata mala.

Pero allí los bichitos eran una salida fantástica que puntuaba la dramática historia central. Aquí son los protagonistas y claramente el británico se lo pasa bomba con ellos. Las fábulas con animales siempre contienen algún elemento moralizante, nos reconocemos en esas bestias y en las virtudes o defectos que les atribuimos. Talbot juega con ellos para ofrecernos un reflejo distorsionado de nuestra sociedad pero también juguetea con algunos “famosos”. Introduce algunos conocidos comparsas, como Milú y otros clásicos de la bedé francobelga y los lanza a un escenario con guiños extraídos de una enloquecida belle epoque, donde una Inglaterra y una Francia alternativas se debaten en un extravagante conflicto, mezclado todo con peculiares gadgets primitivamente mecánicos hasta construir un perfecto universo steampunk.

Como ocurría con otro de sus personajes, Luther Arkwright, al despreocuparse del rigor histórico y la “realidad”, puede centrarse en los dramas y las pesquisas de sus héroes, desarrollando sus personalidades y permitiéndonos acompañarlos y descubrir con ellos los misterios que se van desvelando, como en la mejor novela clásica de detectives. La pareja formada por el inspector Lebrock de Scotland Yard y su adjunto Ratzi podría recordarnos al venerable Holmes. Pero pronto Talbot nos demuestra que su protagonista, aunque no desdeña la deducción y la reflexión que acompañan a cualquier buen investigador, también está muy dotado para la acción. De hecho el autor marca el tono desde la primera secuencia, esa trepidante persecución entre cachivaches de vapor, con una lamentable tendencia a explotar. No es gratuito que Talbot presente sus respetos al final del libro a Conan Doyle, el oso Rupert y a ¡Tarantino!

Viñeta de "Grandville" de Bryan Talbot. Editado por Astiberri desde el blog de Florentino Flórez
Sin llegar a las humorísticas dosis de violencia que caracterizan al director americano, los bichos que pueblan Grandville son proclives a la acción, a intercambiar disparos y mamporros. Y aunque se nos cuenta la clásica historia de conspiraciones con intrigantes situados en las más altas esferas de una sociedad corrupta, el ritmo nunca decae ni se nos aburre con largas explicaciones. En Grandville pasan cosas constantemente y es un entretenimiento fenomenal. Como siempre, servido por el sólido dibujo de Talbot, riguroso con todos los detalles y preciso en la descripción de fondos y personajes. El color es quizás más denso de lo habitual, con un cierto predominio de los tonos oscuros. Algo que, sin embargo, se olvida en cuanto nos ponemos a leer, sin duda por su adecuación a lo narrado.

En fin, no considero Grandville una obra de la trascendencia de anteriores entregas de Talbot, como su emotiva Rata mala o su cercana, moderna y compleja Alice in Sunderland. Pero no es un trabajo menor, al contrario es un tebeo trepidante que una vez iniciado no se puede abandonar, el divertimento de un maestro que no deberían perderse.